El periodo infantil es el más importante en la vida del niño, no sólo porque es de vital importancia para el desarrollo emocional sino porque en esta etapa (0 a 6 años) el desarrollo del cerebro del niño se realiza de manera espectacular.
El cerebro humano es portador de la inteligencia, ésta se encuentra extendida en todos los puntos de la masa cerebral y utiliza en cada momento partes del cerebro para la realización de sus funciones.
Por ello se plantea que la masa neuronal es el órgano de la inteligencia y responde a las necesidades del comportamiento intelectual (del pensamiento) del hombre, es decir, la inteligencia es el factor determinante del comportamiento intelectual y la materia neuronal es simplemente el soporte. El cerebro, por tanto, le es necesario a la inteligencia para que su acción sea una acción estrictamente humana (Terré, 2006).
Nuestro cerebro está constituido por neurona, una sola neurona, puede ser utilizada para múltiples funciones, e incluso componentes de un circuito pueden ser utilizados en distintos contextos para distintas funciones. Lo verdaderamente importante es que existan estos circuitos, que esas sinapsis, esas conexiones neuronales, se constituyan. Podemos establecer conceptualmente que cuantas más conexiones neuronales haya, cuanta más sinapsis haya, más capacidades podrá deparar ese cerebro.
El niño no es un hombre pequeño; es un ser en desarrollo y de todas sus estructuras orgánicas la más inmadura es su sistema nervioso. Terré (2006) nos dice que al nacer, el niño cuenta con gran cantidad de neuronas, pero éstas aún no han alcanzado su total desarrollo, aún están inmaduras, los hemisferios cerebrales aún no entran en funcionamiento, es aquí donde se hace importante mencionar que la cantidad y calidad de los estímulos van a permitir el desarrollo potencial del niño. La inteligencia es una cualidad esencial de la masa neuronal del cerebro y utiliza en cada momento partes de cerebro para la realización de sus funciones. Los estudios revelan que el hemisferio derecho se relaciona con la expresión no verbal y el hemisferio izquierdo con la expresión verbal.
Cuando el niño nace, o incluso in útero, es decir, en el momento en que el cerebro se empieza a formar, las posibilidades de conexión son prácticamente ilimitadas y a partir de ese momento las posibilidades de constituir nuevos circuitos van disminuyendo. Así, las posibilidades a los 0 años son ilimitadas, a partir de los 7 años son muy escasas, pero a los 3 son mucho mayores que a los 5, y a los 5 son mucho mayores que a los 7, y así sucesivamente. De algún modo, pueden plantearse, que el adulto, ya no a los 7 sino a los 15, a los 20 años, aprende nuevas cosas, aprende nuevas habilidades, sin duda. Pero las aprende utilizando conexiones que ya tiene establecidas. Y esto es importante, porque aquello que no se haya constituido en los primeros años de vida ya no se va a constituir. Esto es duro, como mínimo, va a ser muchísimo más difícil, por no decir imposible, constituirlo.
Por tanto, el objetivo es conseguir el desarrollo del mayor número posible de conexiones. Desarrollar, mantener y usar. Cuando el niño nace e inclusive antes, empieza una carrera contra reloj, en la que cada día que no se utiliza se pierde para siempre. Con lo cual, si las posibilidades de desarrollo cerebral del niño se restringen no va a ser culpa del niño, sino va a ser responsabilidad del medio en el que se halla, de la familia y/o los educadores.
La estimulación depende de del proceso de maduración cerebral, éste será e que marque cuáles deben ser en cada momento los estímulos aportados por el medio. Los pediatras y los embriólogos conocen bien el calendario de desarrollo, y sobre ello elaboramos las estrategias o actividades de estimulación temprana.
Estimulación adecuada
¿En que momento se pueden empezar a aportar esos estímulos? Conceptualmente, tan pronto como los órganos sensoriales aparezcan y sean accesibles. In útero, ya hay órganos sensoriales. La piel se forma alrededor de los 60 días, el vestíbulo alrededor de los 90 días de gestación, etc. El feto in útero, oye. Distintas experiencias han demostrado que el niño es capaz de reconocer música que oye durante el embarazo de la madre.
A partir del momento en el que el niño nace, por una parte prosigue su desarrollo orgánico, es decir, el cerebro no ha terminado de crecer y de madurar en el momento del nacimiento, ni mucho menos, le quedan años de evolución. De hecho, a partir del momento del nacimiento, la duplicidad del volumen y tamaño cerebral no se va a volver a dar en ningún momento de la fase de la vida de ese sujeto, con lo cual, los primeros meses, los primeros años y cuanto más cerca del principio estemos, más van a ser absolutamente vitales en todo el futuro del niño y del adulto que como consecuencia de él se forme. Además, a partir de ese momento, todos los órganos sensoriales son accesibles, por lo que podemos actuar sobre todos ellos, sin las limitaciones que conlleva el que el niño esté in útero. Por tanto, conceptualmente, debemos rodear al niño a partir del momento del nacimiento, de aquellos estímulos que aporten mayor cantidad de energía y sean más vastos, más amplios de espectro.
Está comprobado que con la estimulación temprana ayudamos a potenciar la capacidad de aprender de los niños y a su vez ayudamos a desarrollar el potencial intelectual que el niño trae al nacer. El desarrollo del cerebro de un bebé aún no se ha completado al momento de nacer y todo lo que él vea, escuche, toque y sienta antes de los tres años será de suma importancia para determinar como crece y el tipo de conexiones que hará a nivel neurosensorial. A mayores conexiones neuronales más rico será el cerebro.
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