lunes, 7 de julio de 2014

Red "Family Welcome"


El sello otorgado por Familias en Ruta que distingue a los mejores alojamientos de turismo rural para ir con niños.

Turismo Rural con niños

Casas y hoteles, albergues y campings situados en comarcas de alto valor ecológico rodeados de paisajes únicos nos dan la bienvenida. Testigos de una historia hecha presente y de una forma de vida donde la naturaleza coexiste en armonía con la actividad humana.

Facilidades e instalaciones. Turismo inclusivo

Naturaleza al alcance de todos. Todos los alojamientos disponen de cunas y bañeras para bebés, zonas de juego, actividades infantiles, animales de granja y sobre todo vocación de servicio y trato familiar.


Andalucía, Aragón, Asturias, Cataluña, Navarra

lunes, 7 de abril de 2014

Cómo es la educación infantil en Noruega

Del sitio web "Familias en Ruta

Relato de Lidia Monfort que tienen un blog personal donde va contando como es su vida en Noruega

Su relato para familias en ruta dice así:

Ya hace diez meses que aterrizamos en Noruega los niños y yo. Mi pareja llegó tres meses antes. No fue una decisión fácil mudarnos aquí, pero surgió la oportunidad, y actualmente residimos en la ciudad de Trondheim.
Pese a que Noruega se halla dentro de Europa, cada día aprendemos algo nuevo. Nuestra forma de vivir ha dado un giro radical, sin lugar a dudas.
Uno de los temas que más nos ha sorprendido es la educación de la franja de 0 a 6 años. En esta etapa, si bien la escolarización no es obligatoria (igual que en España), las familias utilizan bastante los jardines de infancia, conocidos con el nombre de barnehage. Las barnehage pueden ser públicas o privadas. Cuando llegamos aquí, varias personas nos aconsejaron llevar a nuestros pequeños a la escuela internacional. A reseñar que la mayoría de la gente en Trondheim es bilingüe inglés-noruego, pero la lengua vehicular para la vida diaria es el noruego. Ellos no sabían ni inglés ni noruego, por lo que nos decidimos por una barnehage local pública, para facilitar su integración en la sociedad.
Inicialmente, nos llamó mucho la atención la cantidad de personal que trabaja en las barnehage. El primer día de clase me quedé anonadada cuando vi que en el grupo del pequeño había un grupo de seis niños, la maestra y dos auxiliares. Así, uno puede encontrar todo tipo de profesionales, desde la líder pedagógica o profesora, pasando por ergoterapeutas, sin dejarnos a los numerosos asistentes y auxiliares que hacen posible la dinámica diaria. Lo único que se podría criticar, a mi parecer, es que hay mucha rotación entre los asistentes y auxiliares. A veces no conoces a uno que ya hay otro. Y hablo en masculino, porque, aunque hay también mujeres, bastantes son hombres. Algo que es atípico en España, aquí es de lo más normal. Y es que los noruegos le dan mucha importancia a la igualdad entre hombres y mujeres en todos los ámbitos.
En este sentido, mi hijo mayor tuvo durante un mes a una persona pendiente de él en todo momento. Cuando entró tenía cinco años y ni idea de noruego. Para él, que ya dominaba el catalán y el castellano, fueron muy duras las primeras semanas. No entendía nada, y no quería jugar ni comer. Pero gracias a la paciencia y sobretodo al apoyo de los profesionales de su escuela, al poco tiempo empezó a entrar confiado, relajado y seguro. Y a los dos meses, me dijo que ya tenía amigos allí.
Otro de los detalles fue que en las reuniones iniciales con el centro nos asistió a mi marido y a mi una traductora española para que lo pudiéramos entender todo. Yo estoy estudiando noruego, pero es obvio que estando menos de un año aquí, hay cosas que no alcanzo a entender.  Pese a que los niños van felices a la escuela, la Dirección del centro sigue pensando en ellos. Dos veces por semana, acude a verlos una profesora boliviana de una barnehage asociada. Está con el mayor un día, y con el pequeño otro, durante una hora y media.
Algo que sorprende también es la libertad que les dan a los niños. De hecho, es uno de los ejes de su educación junto con la ergonomía (le dan mucha importancia a la postura de mayores y pequeños), y la autonomía personal.

Los niños no rellenan fichas. Aprenden a través del juego. Mientras algunos dibujan o hacen construcciones, otros están en el patio. Sí hay actividades comunes como por ejemplo la lectura de cuentos, cantar canciones, o el ir de excursion. Pero nada de pupitres y sillas en fila. Asimismo, se trabaja mucho en grupos de entre cinco y siete niños. Hacen talleres de cocina, pintura, o van a la biblioteca. Se rebozan en espuma en los charcos del patio, o se tiran por el hielo con los trineos. Hace pocos días hicieron la fiesta de la playa, y los llevaron a remojarse a varias bañeras que tienen en el piso de arriba. Les pusieron música, y para comer salchichas, zumo, y helado.
Además, cada semana van de excursión, ya sea por el barrio o más lejos. A eso se le conoce como gå på tur. Y es algo muy típico aquí. Familias y amigos suelen ir los fines de semana a explorar la naturaleza.
Por otro lado, en una barnehage pública no encontraréis a niños más pequeños de diez meses. Ello se debe a que las madres noruegas disponen de un permiso de maternidad largo, y los padres también disponen de varios meses para ellos. Por lo general, los niños más pequeños que se suelen ver son de un año de edad.
Cambiando de tercio, si clicáis aquí podéis encontrar todos los detalles administrativos, pero que sepáis que por los dos niños pagamos menos que en Barcelona. La comida se abona aparte, pero en nuestro caso son cuarenta euros por niño al mes. No obstante, no es como en España. No existe la tradición de dos platos y postre. Comen dos días a la semana caliente (pescado o pasta por lo general), y el resto frío (generalmente tostadas con algo para untar). De bebida, agua y leche. Luego hacia las dos de la tarde todos salen al patio con su fiambrera de casa o matpakke (dentro suele haber un bocadillo pequeño, queso, o galletas). A continuación les sirven fruta en bandejas (banana o naranja son las más comunes)
El horario de las barnehage es de siete a cuatro y media de la tarde, pero nadie suele hacer uso de todas las horas. Pero hay que tener en cuenta que si no quieres tener limitaciones debes pagar la plaza completa. Si eliges plazas parciales, la barnehage te indica qué días y a qué horas llevar al pequeño. Obviamente, depende de las necesidades de cada familia.
Como veis, si algo caracteriza a Noruega es su inversión en educación. De otro modo todo lo que os comento no seria posible. No obstante, ello no es óbice para la autocrítica, y ya hay quién comenta si los niños deberían tener un aprendizaje más reglado, porque aprenden a leer o a enumerar a una edad mayor en comparación con otros países de Europa
Por último, comentar que existe la posibilidad de quedarse en casa con los pequeños y el gobierno paga una cantidad a la familia. Desconozco los requisitos concretos y las cantidades, por lo que os informaré más adelante. Eso sí, la gran mayoría de las ayudas en Noruega tienen como requisito que al menos un miembro de la unidad convivencial trabaje. Otras modalidades para los más pequeños de la casa son las familiebarnehage, y las åpenbarnehage. Pero eso ya da para otra crónica
¡Hasta la próxima!

lunes, 31 de marzo de 2014

Planes con hijxs

Qué hacer y donde ir en Familia.

Buscando información sobre la exposición de los guerreros de Xiam, me he topado con esta web que me parece muy útil para viajar con niñxs y para planificar actividades.

Además de información sobre eventos, rutas o exposiciones, también nos ofrece videos tutoriales para formarnos y poder hacerlo por nosotrxs mismxs.

 Un ejemplo:

Cómo hacer un igloo en la terraza de casa


Hace un par de días –por fin– descongelamos el congelador, en el que ya se había creado una capa considerable de hielo (esas cosas que sabes que tienes que hacer y que vas retrasando…). Las capas más gruesas resistieron hasta el último momento, así que a Miguel se le ocurrió que sería unamanualidad divertida sacar esas placas con cuidado, dejarlas en la terraza, cortarlas con un cuchillo en pequeños trozos, como ladrillitos y… construir algo con ellas. ¿Y qué construcción puede adaptarse mejor a ese material que unigloo? Pues nada, dicho y hecho, llamó a los chicos y se pusieron manos a la obra.
He olvidado decir que estábamos en enero (por si leéis este post en un mes cálido) y la temperatura ayudaba a que el proyecto pudiera ponerse en práctica.

Fotos: construimos un igloo de verdad

  • Construimos un igloo de verdad con hielo del congelador
  • Construimos un igloo de verdad con hielo del congelador
  • Construimos un igloo de verdad con hielo del congelador
  • Construimos un igloo de verdad con hielo del congelador
Tardaron un ratito en cortar todos los ladrillos de hielo y, cuando los tuvieron listos, empezaron la construcción: primero un círculo de base y luego hileras sucesivas, cada vez más estrechas, hasta que sólo quedó un agujerito en el techo. Eso fue lo más difícil, porque el “tapón” del igloo no acababa de quedar sujeto. Al final lo consiguieron. No es que les haya quedado perfecto, pero se rieron tanto haciéndolo que pensé que un plan tan espontáneo, que recicla un elemento natural, que se puede hacer en casa y  que tiene coste cero ¡bien merecía este post! Espero que os haya gustado ;-)))
Y, si no os ha parecido suficientemente interesante o no os habéis hecho bien a la idea de cómo fue su construcción, os aconsejo que echéis una ojeadita a este vídeo de cómo construir un igloo de verdad. Está en inglés, pero aquí tenéis otro sobre cómo hacer un igloo en el Valle de Chistau, en España.

lunes, 6 de enero de 2014

The gift/ El regalo


by Ray Bradbury

Tomorrow would be Christmas, and even while the three of them rode to the rocket port the mother and father were worried. It was the boy's first flight into space, his very first time in a rocket, and they wanted everything to be perfect. So when, at the customs table, they were forced to leave behind his gift, which exceeded the weight limit by no more than a few ounces, and the little tree with the lovely white candles, they felt themselves deprived of the season and their love.

The boy was waiting for them in the terminal room. Walking toward him, after their unsuccessful clash with the Inter-planetary officials, the mother and father whispered to each other.

"What shall we do?"

"Nothing, nothing. What can we do?"

"Silly rules!"

"And he so wanted the tree!"

The siren gave a great howl and people pressed forward into the Mars Rocket. The mother and father walked at the very last, their small pale son between them, silent.

"I'll think of something," said the father.

"What...?" asked the boy.

And the rocket took off and they were flung headlong into dark space.

The rocket moved and left fire behind and left Earth behind on which the date was December 24, 2052, heading out into a place where there was no time at all, no month, no year, no hour. They slept away the rest of the first "day." Near midnight, by their Earth-time New York watches, the boy awoke and said, "I want to go look out the porthole."

There was only one port, a "window" of immensely think glass of some size, up on the next deck.

"Not quite yet," said the father. "I'll take you up later."

"I want to see where we are and where we're going."

"I want you to wait for a reason," said the father.

He had been lying awake, turning this way and that, thinking of the abandoned gift, the problem of the season, the lost tree and the white candles. And at last, sitting up, no more than five minutes ago, he believed he had found a plan. He need only carry it out and the journey would be fine and joyous indeed.

"Son," he said, "in exactly one half-hour it will be Christmas."

"Oh," said the mother, dismayed that he had mentioned it. Somehow she had rather hoped that the boy would forget.

The boy's face grew feverish and his lips trembled. "I know, I know. Will I get a present, will I? Will I have a tree? Will I have a tree? You promised ---"

"Yes, yes, all that, and more." said the father.

The mother started. "But ---"

"I mean it," said the father. "I really mean it. All and more, much more. Excuse me, now. I'll be back."

He left them for about twenty minutes. When he came back, he was smiling. "Almost time."

"Can I hold your watch?" asked the boy, and the watch was handed over and he held it ticking in his fingers as the rest of the hour drifted by in fire and silence and unfelt motion.

"It's Christmas now! Christmas! Where's my present?"

"Here we go," said the father and took his boy by the shoulder and led him from the room, down the hall, up a rampway, his wife following.

"I don't understand," she kept saying.

"You will. Here we are," said the father.

They had stopped at the closed door of a large cabin. The father tapped three times and then twice in a code. The door opened and the light in the cabin went out and there was a whisper of voices.

"Go on in, son," said the father.

"It's dark."

"I'll hold your hand. Come on, Mama."

They stepped into the room and the door shut, and the room was very dark indeed. And before them loomed a great glass eye, the porthole, a window four feet high and six feet wide, from which they could look out into space.

The boy gasped.

Behind him, the father and the mother gasped with him, and then in the dark room some people began to sing.

"Merry Christmas, son," said the father.

And the voices in the room sang the old, the familiar carols, and the boy moved slowly until his face was pressed against the cool glass of the port. And he stood there for a long, long time, just looking and looking out into space and the deep night at the burning and the burning of ten billion, billion white and lovely candles....

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por Ray Bradbury

El día siguiente sería Navidad y, mientras los tres se dirigían a la estación de naves espaciales, el padre y la madre estaban preocupados. Era el primer vuelo que el niño realizaría por el espacio, su primer viaje en cohete, y deseaban que fuera lo más agradable posible. Cuando en la aduana los obligaron a dejar el regalo porque excedía el peso máximo por pocas onzas, al igual que el arbolito con sus hermosas velas blancas, sintieron que les quitaban algo muy importante para celebrar esa fiesta. El niño esperaba a sus padres en la terminal. Cuando estos llegaron, murmuraban algo contra los oficiales interplanetarios.
-¿Qué haremos?

-Nada, ¿qué podemos hacer?

-¡Al niño le hacía tanta ilusión el árbol!

La sirena aulló, y los pasajeros fueron hacia el cohete de Marte. La madre y el padre fueron los últimos en entrar. El niño iba entre ellos, pálido y silencioso.

-Ya se me ocurrirá algo -dijo el padre.

-¿Qué...? -preguntó el niño.

El cohete despegó y se lanzó hacia arriba al espacio oscuro. Lanzó una estela de fuego y dejó atrás la Tierra, un 24 de diciembre de 2052, para dirigirse a un lugar donde no había tiempo, donde no había meses, ni años, ni horas. Los pasajeros durmieron durante el resto del primer "día". Cerca de medianoche, hora terráquea según sus relojes neoyorquinos, el niño despertó y dijo:

-Quiero mirar por el ojo de buey.

-Todavía no -dijo el padre-. Más tarde.

-Quiero ver dónde estamos y a dónde vamos.

-Espera un poco -dijo el padre.

El padre había estado despierto, volviéndose a un lado y a otro, pensando en la fiesta de Navidad, en los regalos y en el árbol con sus velas blancas que había tenido que dejar en la aduana. Al fin creyó haber encontrado una idea que, si daba resultado, haría que el viaje fuera feliz y maravilloso.

-Hijo mío -dijo-, dentro de medía hora será Navidad.

-Oh -dijo la madre, consternada; había esperado que de algún modo el niño lo olvidaría. El rostro del pequeño se iluminó; le temblaron los labios.

-Sí, ya lo sé. ¿Tendré un regalo? ¿Tendré un árbol? Me lo prometieron.

-Sí, sí. todo eso y mucho más -dijo el padre.

-Pero... -empezó a decir la madre.

-Sí -dijo el padre-. Sí, de veras. Todo eso y más, mucho más. Perdón, un momento. Vuelvo pronto.

Los dejó solos unos veinte minutos. Cuando regresó, sonreía.

-Ya es casi la hora.

-¿Me prestas tu reloj? -preguntó el niño.

El padre le prestó su reloj. El niño lo sostuvo entre los dedos mientras el resto de la hora se extinguía en el fuego, el silencio y el imperceptible movimiento del cohete.

-¡Navidad! ¡Ya es Navidad! ¿Dónde está mi regalo?

-Ven, vamos a verlo -dijo el padre, y tomó al niño de la mano.

Salieron de la cabina, cruzaron el pasillo y subieron por una rampa. La madre los seguía.

-No entiendo.

-Ya lo entenderás -dijo el padre-. Hemos llegado.

Se detuvieron frente a una puerta cerrada que daba a una cabina. El padre llamó tres veces y luego dos, empleando un código. La puerta se abrió, llegó luz desde la cabina, y se oyó un murmullo de voces.

-Entra, hijo.

-Está oscuro.

-No tengas miedo, te llevaré de la mano. Entra, mamá.

Entraron en el cuarto y la puerta se cerró; el cuarto realmente estaba muy oscuro. Ante ellos se abría un inmenso ojo de vidrio, el ojo de buey, una ventana de metro y medio de alto por dos de ancho, por la cual podían ver el espacio. El niño se quedó sin aliento, maravillado. Detrás, el padre y la madre contemplaron el espectáculo, y entonces, en la oscuridad del cuarto, varias personas se pusieron a cantar.

-Feliz Navidad, hijo -dijo el padre.

Resonaron los viejos y familiares villancicos; el niño avanzó lentamente y aplastó la nariz contra el frío vidrio del ojo de buey. Y allí se quedó largo rato, simplemente mirando el espacio, la noche profunda y el resplandor, el resplandor de cien mil millones de maravillosas velas blancas.